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Introducción
Durante la segunda mitad del pasado siglo, se han estado explotando un gran número de minas para la obtención de uranio en diferentes zonas de Badajoz, Cáceres y Salamanca. El uranio que se obtiene de las minas es el primer paso de un ciclo más largo, tras distintos procesos se convierte en el combustible necesario para las Centrales Nucleares, es el mineral del cual se alimentan los reactores de estos centros de producción de energía. En el Estado Español se conocen desde tiempo atrás diferentes zonas que son ricas en uranio, en Galicia, Cataluña, Guadalajara, Salamanca y en Extremadura. En total se calcula una de las mayores reservas mundiales.
La explotación del uranio en las minas comenzó hace unos 50 años, y durante varias décadas estuvieron en funcionamiento. En explotaciones de otros países, la cantidad de uranio presente en la roca es mayor que el porcentaje que se registra en las minas "nacionales", esto hizo que a medida que se agotaban las mejores vetas, las minas fueran cerrando a falta de poder competir con las explotaciones de otros países. En la zona suroeste de Salamanca, es donde están las mayores concentraciones de mineral, allí fue donde por más tiempo estuvieron las minas en actividad. Fue en el año 2000 cuando la última de ellas declaró su cierre.
Cuando en las minas se paraba la actividad empezaban las labores de reacondicionamineto del espacio, y se procedía a el desmantelamiento de las infraestructuras que acompañaban a las minas. Junto a las minas se levantaba un centro donde se llevaba la roca, se "limpiaba" para reducir su peso sin eliminar el uranio. En el año 2003 se solicitó el desmantelamiento del último de estos centros, al sur de Salamanca, al que se le llama "Quercus Plant" (ver mapa). Pero ya en aquellos años el precio del uranio estaba subiendo y dos años después, en el 2005, la misma empresa que gestionaba el "Quercus Plant" y que solicitó su desmantelamiento, pidió ahora que esta planta de procesamiento de uranio no se perdiera, que se mantuviera a la espera de que en un futuro el precio del uranio siga subiendo y haga de nuevo rentables las explotaciones cercanas (nota -1-).
ENUSA (Empresa Nacional del Uranio S.A.) es la empresa con capital público que ha gestionado las instalaciones y las explotaciones mineras. Durante el 2007 y 2008, esta empresa comenzó un procedimiento por el cual empresas privadas podían obtener permisos para realizar estudios y prospecciones en diferentes zonas ricas en uranio. Dos empresas extranjeras (Mawson y Berkeley) compraron en 2009 estos permisos para diferentes zonas de Badajoz, Cáceres, Salamanca y Guadalajara (ver mapa). Tenían plazo hasta el 2010 para realizar sus estudios, y decidir si se "animarían" a abrir minas. Berkeley ha realizado estudios en la zona salamantina, en colaboración con la Universidad de Salamanca, y parecen ilusionados con las posibilidades que parecen tener estas zonas. Tras esta fase de estudio vendría la fase de los sondeos, realizando prospecciones en la misma tierra para afinar mejor los lugares que se abrirían en un futuro. Sólo la Comunidad de Castilla-León dio el visto bueno a estas prospecciones. Elaboraron un programa de sondeos para el 2011 que se sitúan en los términos salamantinos de Águila, Alameda, Villar y Retortillo. En los planes de Berkely hablaban de abrir minas en el 2012, y para ello faltaba un acuerdo a firmar entre ENUSA y Berkeley en Marzo de 2011. Llegado este mes el precio del uranio bajó por el accidente de Fukusima, en Japón, y a día de hoy los permisos para la reapertura de minas están paralizados.
Más allá de la actualidad sobre Berkeley y sus acuerdos y desacuerdos con ENUSA, lo importante es entender como en unas zonas con grandes reservas de uranio, y ante el alza de los precios de este mineral en los últimos años, puede ser cuestión de tiempo que se reabra la explotación. El precio se ha multiplicado por cinco en los últimos 8 años. Aunque el número de centrales nucleares no haya aumentado enormemente las pasadas décadas, el precio seguía subiendo, ya que distintos países planean construir más de 60 reactores nucleares en los próximos años, y existe una tendencia a alargar la vida útil de los reactores que se supone que tenían que cerrar.
En otros países antiguas minas que fueron cerradas han vuelto a reabrir. Las técnicas para la purificación del mineral se han ido optimizando, aunque no haya una gran pureza de uranio en roca ahora pueden resultar más rentables que en el pasado. Todos estos hechos hacen que no nos resulte extraño si en cualquier momento anuncian la apertura de minas. Por ello nos animamos en su momento a tratar de ver lo que está ocurriendo, nos hemos acercado a las antiguas minas, hemos hablado con gente de pueblos mineros, y hemos tratado de esbozar con todo ello unas reflexiones que queremos compartir.
Historias de las minas de uranio.
Han sido trece las zonas mineras en la región Extremeña, de todas ellas son tres los lugares donde han tenido mayor relevancia, situadas en los términos municipales de Albalá, La Haba y Alburqueque. En la provincia vecina de Salamanca, se abrieron minas en la zona sur y suroeste (ver mapa). La mayoría de las minas extremeñas no llegaron abiertas a la década de los '90, cerraron antes, y está actividad pasó a ser exclusiva de Salamanca que alargó su actividad minera hasta el año 2000. De todas las infraestructuras acompañantes a las minas, queda en pie el centro que ya hemos hemos comentado, el "Quercus Plant".
Se calcula que para obtener un sólo kilo de "combustible nuclear" (uranio enriquecido y procesado), hacen falta mover y tratar 33 toneladas de roca. Aunque esto varía según la concentración de uranio en la tierra, nos podemos hacer una idea de las destrucción ambiental que supone alimentar los reactores. Se vuelan montañas enteras, lomas descompuestas a base de dinamita.
Las zonas mineras tienen material radioactivo latente y gran cantidad de materiales acompañantes que pueden resultar dañinos, como algunos metales pesados. Todos estos materiales están envueltos en roca y su peligrosidad no parece elevada, digamos que se encuentra estable. Con la destrucción de la roca, las explosiones, el movimiento de roca, su traslado a los centros de procesamiento y las partículas nocivas ya convertidas en fragmentos diminutos, una cantidad de este polvo pasa al aire y al agua de lluvias o ríos. Lo que pueda ocurrir a partir de aquí es en parte impredecible, pero estas partículas convertidas en polvo pueden ser respiradas, tanto por los mineros como por la población cercana, el viento por su parte se encargará de repartir democráticamente estas partículas y los cultivos de varios kilómetros alrededor serán depositarios de este polvo nocivo y radioactivo. Por los movimientos de roca, por su transporte, y de manera especial por las explosiones controladas que se provocan en la minería, los elementos contaminantes pueden acabar igualmente en los acuíferos o en los ríos de la zona. En unos estudios del Instituto de Salud Carlos III se muestra un incremento de de la mortalidad por leucemia en los entornos de las minas de uranio. Se constató que cerca de la zona minera de La Haba (Badajoz) el cáncer de riñón es muy elevado. En otras zonas que se estudiaron vieron como el cáncer de pulmón también era muy frecuente en otros pueblos mineros. Otro estudio, esta vez del CIEMAT, detectó la presencia de uranio en diferentes cultivos cerca de minas, particularmente en el trigo.
Una vez se ha escarbado la roca se traslada a los centros de procesamiento cercanos a las minas. Las piedras se van moliendo y a continuación se les aplica un sistema de lixiviación a base de compuestos químicos que "atrapan" el uranio. La lixiviación es como una especie de riego sobre la roca molida, un riego a base agua y ácido sulfúrico o cianuro de sodio. Tras este proceso el material sólido se decanta (por filtración o por centrifugado), y es el que contiene la mayor parte del uranio.
Toda la sopa química que se utiliza para la lixiviación nos quedará como residuo. Hay un cálculo que determina que para obtener una tonelada de uranio se necesitan 3.700 litros de residuos líquidos, y unas 100 toneladas de residuos de "radio". Entre todos estos residuos encontramos elementos tan poco amigables como radio 226-222, cromo, vanadio, molibdeno, ácido sulfúrico, bióxido de manganeso,etc... una auténtica sopa química y radioactiva, verdadero cóctel amenazante para todo lo vivo.
Una vez extraído el uranio la roca se lleva a centros donde se procede a su enriquecimiento y con el uranio ya enriquecido se elaborará el combustible nuclear. España nunca ha acogido infraestructuras para poder enriquecer el uranio, pero desde 1985 tenemos en la localidad de Juzbado, provincia de Salamanca (ver mapa), un centro de fabricación de combustible nuclear a partir de uranio importado. Este centro abastece a todas las centrales del Estado y se dedica también a la venta de combustible nuclear para centrales europeas (nota -2-).
Hay una zona minera en extremadura, que tiene una historia muy especial, tristemente especial. En las cercanías del municipio de La Haba (ver mapa) se enterraron materiales radioactivos, se utilizaron las minas como vertedero nuclear. Teníamos la intención de visitar antiguas minas para entender mejor de lo que hablamos, así que elegimos esta zona para ver las repercusiones que la minería puede tener, y para indagar sobre el enterramiento de materiales radioactivos. Contactamos en su momento con Jesus Gómez, vecino de la zona y persona que siempre ha sido sensible ante este problema que es el uranio y todo lo que conlleva. Pasamos una amigable tarde con él, charlando de estos menesteres, y lo que a continuación se redacta está basado en parte en aquellas conversaciones.
La situación de los mineros por aquel entonces era especialmente precaria, no se les informó durante años sobre las características del mineral que extraían. Los mineros conocían la "silicosis", enfermedad común a toda actividad minera, pero no sabían que estaban expuestos a material radioactivo, ni sus posibles consecuencias. Aquellos mineros respiraron durante años uranio pulverizado, y todos los elementos que le suelen acompañar, comían en el mismo puesto de trabajo y sus ropas contaminadas eran lavadas en casa. En La Haba la mayoría de los mineros ya no viven, la mayor parte de ellos murieron de cáncer como cuentan sus familiares y personas cercanas, enfermedad que continúa hoy día como una plaga incluso en personas que no trabajaron en las minas. Existe una situación mantenida en el silencio, mientras la incidencia de cáncer y otras enfermedades es en esa localidad superior a las medias que se establecen.
Cuando era extraída la roca, se trasladaba a un centro situado en los alrededores donde se procedía a un primer lavado del mineral, una primera purificación. De allí se llevaba a la estación de tren de Magacela, a unos pocos kilómetros, y se metía el material en vagones que iban sin tapar, esparciendo material peligroso durante todo el trayecto hasta algún centro (probablemente en Francia) donde se procesaba para convertirlo en uranio enriquecido (nota -3-).
Las minas de La Haba se llamaban "Pedregal" y "Lobo-G" y son las que fueron utilizadas como vertedero irregular de material radioactivo. En 1970 se produjo un accidente en las instalaciones de la Junta de Energía Nuclear (JEN) situadas en Madrid. Al alcantarillado madrileño llegó agua altamente radioactiva que contenía plutonio, pasó por una planta depuradora y contaminó el río Manzanares, el Jarama y el Tajo, que se vio afectado hasta su desembocadura en el Tajo. Se recogió como se pudo gran cantidad de fangos, tierras y cultivos afectados, más de 4000 toneladas de lodos se metieron en camiones y se trajeron "con nocturnidad y alevosía" a las minas de La Haba, enterrándose bajo capas de tierra. Sobre aquel suceso no se ha hecho pública mucha información, en la zona tan sólo algunos testimonios de los más mayores que hablan de como vieron a aquellos camiones cargados de tierra ir hacia las minas. Pero ésta no va a ser la última vez que estas minas se van a utilizar como vertedero radioactivo.
En los años 80 se desmantelan algunos edificios de la JEN, fue el CIEMAT (Centro de Investigaciónes Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas), organismo que sustituyó los trabajos de la JEN, el que decidió la demolición de instalaciones situadas en Madrid. Al parecer en los edificios se detectaban niveles de radiación que les preocuparon. Las paredes, los suelos, el material con que trabajaban... estaban contaminados, y este fue motivo para reducir a escombros todo aquello. Algunos de esos escombros se enterraron en las cercanías, y para el disfrute de vecinos, se construyó sobre ellos una zona deportiva y recreativa infantil, y también una carretera (nota -4-).
No sabemos con que criterio, una parte de todos los restos de las instalaciones se metieron en bidones. Aprovechando la clausura de la mina de La Haba, ENRESA (Empresa Nacional de Residuos Radioactivos) pensó que traerlos a esta zona minera y meterlos dentro de las vetas ya vaciadas, sería una buena manera de deshacerse de aquellos "escombros". Entre octubre de 1992 y enero de 1993 se enterraron un total de 600 bidones provenientes de Madrid, y 300 bidones más que vinieron de la mano de URAMEX (Uranio de México) (nota -5-). Ya en las minas de La Haba se disimuló todo aquello con las labores de reacondicionamineto de la zona.
En aquellos momentos se organizaron algunas protestas pidiendo explicaciones y alertando sobre la peligrosidad de estos "estériles", como se les denominó desde algunas instituciones. Fue una plataforma ciudadana denominada "Lobo-G" la que trató de movilizar a la gente y se organizaron diversas manifestaciones y asambleas en la calle muy concurridas en aquel tiempo. Desde la Asamblea de Extremadura se formó finalmente una comisión de investigación con la intención de esclarecer lo sucedido, ya que supuestamente los residuos radioactivos se llevan a centros especiales donde serán gestionados y almacenados, pero aquello se escapaba de cualquier explicación. En la comisión de investigación declararon organizaciones denunciantes como Greenpeace, Adenex o La Coda, y las empresas responsables (ENUSA, ENRESA, CIEMAT) tuvieron que sentarse y dar explicaciones. Se dijo que había que desenterrar los materiales introducidos en las minas, hubo buenas intenciones con las palabras, pero al final no ocurrió nada, y entre el poder de estas empresas, los intereses en la ocultación de los hechos, y el juego a varias bandas de los políticos de izquierdas, al final no se desenterraron.
Un poco más tarde hubo una denuncia que llevó a juicio a las empresas responsables, pero acabó con el mismo éxito que la comisión de investigación.
El tiempo ha pasado y aquellos bidones siguen enterrados. Sea cual sea el material del que estén fabricados los bidones, cumplirán sus función de albergar los escombros durante unos años, algunas décadas quizá, pero resulta claro que se deteriorarán, y los materiales que contienen se pondrán en contacto con las tierras que les rodean y las lluvias se encargarán de arrastrar y dispersar lo peligroso que estos materiales supongan, si es que esto no ha sucedido ya. No sabemos lo que los bidones contienen exactamente, pero a juzgar por las maneras en que se han producido los enterramientos, y la escasa información que las empresas responsables facilitan, no podemos hacer otra cosa que preocuparnos en consecuencia. Las empresas que metieron en su día los bidones deberían desenterrar los bidones, o lo que quede de ellos, no tanto para evitar su peligrosidad (pues si no es aquí será en otro sitio) sino para conocer realmente lo que tenemos debajo de esos pinos y encinas de repoblación, que ahora tratan de crecer sobre las antiguas minas (sobre este asunto del material radioactivo enterrado en La Haba y en la ciudad de Madrid, el programa de televisión española "El Escarabajo Verde" hizo un documental; "El uranio olvidado", que se puede descargar a través de internet).
El que se estén dando pasos hacia la posible apertura de minas no parece que se viva como un problema en el municipio de La Haba. Es cierto que ni ahí, ni al parecer en Extremadura se han realizado sondeos de tierras, que suelen resultar más llamativos hacia la gente y que pueden hacer ver de forma más clara la posibilidad de que en un futuro se vuelva a emprender la explotación de uranio. La mayoría de los habitantes de esta zona ven todo esto como parte del pasado, y sólo son unos pocos los que han seguido hablando y denunciando tanto la minería en su momento, como el enterramiento de los bidones más recientemente.
De las minas a las Centrales Nucleares.
El destino principal de todo el uranio extraído de las minas es servir de combustible para la Centrales Nucleares de todo el mundo. La minería del uranio es en sí misma una actividad de enormes consecuencias sociales y ambientales, pero además se enmarca dentro del ciclo nuclear. La extracción del uranio es sólo una parte de el entramado atómico en el cual nos encontramos.
Después del Tsunami que ha afectado a la Central Nuclear de Fukusima, los sectores pronucleares se encuentran en una situación cuanto menos incómoda, con ganas de seguir promoviendo sus reactores pero con la tesitura de no poder negar fácilmente las consecuencias y los gastos que conlleva. Siempre que la industria nuclear ha originado un accidente espectacular, un auténtico ejército de charlatanes, técnicos y expertos de diversas instituciones y unos cuantos políticos, nos han llenado los oídos, nos han atiborrado de argumentaciones que quieren mostrarnos que la energía nuclear sigue siendo una buena opción, tomando las medidas oportunas.
Cuando en Chernobil supieron lo que era comerse la radioactividad, desde Europa no tardaron en proclamar que aquí eso no ocurriría, aquella central era tecnología del Este, tecnología Comunista, y aquí podíamos estar tranquilos. Han pasado 25 años desde aquel desastre, pero las maneras de reparar estos accidentes no han cambiado tanto. Para taponar las grietas por las que escapaba radiación en Chernobil se utilizaron personas que llegaban a las grietas a echar cemento, estas personas que fueron expuestas tan directamente murieron al poco tiempo. En el 2011 se trata de Tepco, la compañía responsable de la central de Fukusima, la que "ofrece hasta 3500 euros (diarios) a todo aquel que se preste a trabajar rápidamente en las zonas más irradiadas y salir cuanto antes una vez completado el trabajo" (Público, 3 de abril de 2011).
Tan solo unos días después de que el Tsunami arrasara parte de la Central, un grupo de expertos de la Asociación de Reguladores Nucleares de Europa Occidental se reunió en Finlandia para marcar una hoja de ruta de las nuevas pruebas a las que someterán las centrales europeas. Ya no se podía argumentar en contra de la tecnología japonesa, así que trataron de calmar los aires con nuevas y más desorbitadas medidas de seguridad. Las pruebas a las que deberán someterse las centrales europeas "contemplarían terremotos e inundaciones superiores a los previstos en la base de diseño de las centrales, un apagón eléctrico durante días, un accidente con fusión del núcleo del reactor, explosiones de hidrógeno y degradación del combustible gastado almacenado en las piscinas." (Público, 24 de marzo del 2011). Es necesario hacer un auténtico acto de fe ciega para seguir escuchando a esta gente sin violentarse.
Lo nuclear marca una etapa novedosa en la humanidad. La existencia de cientos de reactores nucleares para producir energía, unidos a todas las cabezas nucleares de que disponen los ejércitos de medio mundo, nos llevan a vivir en una situación en la cual la destrucción absoluta es posible. Esto marca una diferencia con cualquier momento anterior. El meollo productivo de los países y sus reactores implican una alarma permanente y una gestión de nuestra propia seguridad a manos de los poderes que anteriormente han nuclearizado los territorios.
Las medidas de seguridad que se tomen podrán reducir riesgos pero nunca eliminarlos. Siempre existirá la posibilidad de que en Almaraz o en cualquier otro lugar, se pegue un petardazo. Que un echo así sería sencillamente fulminante no quita que el funcionamiento ordinario de una central resulte más convincente.
De puertas adentro, los trabajadores de la central se ganan diariamente sus euros mientras se les chequea para medir su exposición a la radioactividad, van sumando los datos que obtienen, y cuando llegan a una determinada cantidad se les obliga a dejar su puesto por una larga temporada. De puertas afuera toda central emite un cierto grado de radiación, y los informes de seguridad del CSN (Consejo de Seguridad Nuclear) comentan fugas de mayor o menor importancia que se producen con cotidianidad. Toda esta contaminación será notable sobretodo en las zonas cercanas o en zonas que por su geografía se vean más expuestas (en la zona de la Vera, al estar más elevada y tener la sierra de Gredos como barrera las radiaciones emitidas desde Almaraz "chocan" y afectan de manera especial a estos pueblos) y padecerán niveles "bajos" pero constantes de radioactividad. Por las chimeneas se expulsan gases contaminantes y para la refrigeración de los dos reactores existentes en la central extremeña se requieren 90.000 litros de agua cada segundo. Estas aguas son devueltas al embalse de Arrocampo con una temperatura incrementada en unos 10 grados. De este embalse pasa el agua al embalse de Torrejón, de ahí al de Alcántara y al de Valdecañas, donde se utiliza para los regadíos de la zona. En épocas de sequía, desde Alcántara se deriva el agua hacia el embalse de Guadiloba, que abastece la ciudad de Cáceres.
Después de quemar el uranio en los reactores, nos quedan todos los restos de este proceso. Los residuos que llaman de "baja" y "media" actividad son llevados hasta el único centro del Estado para estos fines. Este centro de almacenamiento está situado en El Cabril, provincia de Córdoba (ver mapa). Si hablamos de la central de Almaraz, los residuos se trasladan allí por carretera, recorriendo todo el territorio extremeño de norte a sur. En el trayecto se atraviesan municipios como Trujillo, Cáceres, Mérida, Almendralejo, Llerena o Azuaga. Una vez en El Cabril, los residuos se meten en contenedores de hormigón armado, y cuando lleguen a una determinada cantidad, tienen previsto cubrir todo aquello con diferentes capas de tierras, y vigilar y controlar la zona durante 300 años según dicen.
Si el almacenamiento de estos materiales resulta desalentador, nada comparado con los residuos de larga duración, aquellos que serán peligrosos durante miles de años. Hablar de miles de años es para nosotros como decir "por siempre jamás", nuestra mente no puede pensar otra cosa cuando estos residuos han de ser confinados, vigilados y gestionados hasta un futuro demasiado lejano. No podemos olvidar que estos materiales serán peligrosos durante 100.000 años.
Después de muchas décadas con la energía nuclear puesta en marcha, la gestión de los residuos nucleares se sigue realizando bajo la improvisación. Cientos de investigadores dedican sus esfuerzos para tratar de reaprovechar estos desechos radioactivos para algún fin, pero mientras parece que la opción más realista sigue siendo su mero almacenamiento. Desde que empezaron a funcionar las centrales nucleares del Estado, éstas han estado depositando estos residuos de "larga" duración en piscinas situadas junto a los reactores. Estas piscinas están casi repletas de ahí que próximamente se vaya a construir el llamado Almacén Temporal Centralizado (ATC), este Almacén, calculado para 60 años, es tan sólo una fuga hacia delante más. Desde Finlandia están dispuestos a intentar un almacenamiento que sea definitivo, que dure 100.000 años, y nadie parece sentir vergüenza (nota -6-).
Entrar en la argumentación científica, tratando de analizar la exposición radiactiva a partir de la cual se corre riesgo, investigar o apoyar la investigación para que algún día, confiemos no demasiado tarde, alguien tenga una idea sobre que carajo hacer con tanta mierda, pedir nuevas medidas de seguridad que garanticen la permanencia de las centrales, todo esto es entrar en el terreno de la confusión organizada, es aceptar que la humanidad tenga que gestionar la radioactividad eternamente por seguir alimentando el sistema energético.
Mientras se manejan indices de peligrosidad, mientras nos marean con medidas de seguridad o simulacros de terremotos, la radiactividad nos invade de golpe como en Japón, o poco a poco en el Campo Arañuelo, los residuos se van sumando, y un drama humano de las personas más expuestas en las centrales y las minas se va formando a cambio del salario mensual y el kilovatio.
"El capitalismo no necesita energía, sino Centrales Nucleares"
Aparcamos por un momento todas las consecuencias sociales y ambientales de esta fuente de energía, nos ponemos en la mirada de la simple y llana producción, esta vez, de energía, y aún así dudamos.
Si consiguiésemos hacer un paralelismo entre toda la energía que se necesita para extraer uranio de las minas, para purificarlo, para enriquecerlo, mantener las centrales nucleares, vigilarlas para contener todo su potencial, gestionar todos los residuos, los de la minería, los de baja, media y larga duración, si pudiéramos hacer un balance entre la energía que produce una central nuclear y toda la energía que se necesita para que al final puedan funcionar sus reactores, pues es probable que ni siquiera desde el punto de vista de la producción energética las centrales nucleares sean tan rentables como nos dicen.
Nuestra intención no es hacer cuentas, no es pretender que se optimice la manera de gestionar las centrales ni sus residuos sino preguntarnos si hay otros intereses, otras rentabilidades en el mundo nuclear. Es cierto que los caminos de la economía son insospechados, el hecho de que se requieran grandes infraestructuras, que haya ingentes movimientos de dinero, que se produzca energía en el presente inmediato, o que se pueda dar trabajo a unos cientos de personas, puede hacer que el Capital vea en la energía nuclear una manera de seguir retroalimentándose y crecer. Maneras de generar Capital hay muchas, y esta puede ser una manera más, pero detrás de una central nuclear hay más cosas, existe todo un entramado de profesionales y de intereses que nos llevan a pensar que no solo hablamos de energía y no sólo hablamos del lucro empresarial de Endesa, Iberdrola y otras compañías.
Desde que la energía nuclear se empezara a controlar, han sido muchas voces y algunos movimientos sociales los que han denunciado sus usos militares. La capacidad de destrucción de las cabezas nucleares de que disponen muchos ejércitos es prácticamente ilimitada, y ya tenemos algunos precedentes. La mayoría de las críticas en este sentido han separado con una difusa línea el uso militar de lo nuclear con su uso civil, han separado la bomba nuclear de los reactores que producen energía. Inalcanzable nos parece el esfuerzo intelectual necesario para separar dos cosas que son dos partes de lo mismo, que son lo mismo. Detrás de muchos usos civiles de la tecnología están los poderes militares, y detrás de tecnologías militares hay un uso civil de los mismos artefactos adaptados a nuestra cotidianidad. En la agricultura, en la industria, en los medios modernos de comunicación, hay una red que bifurca los destinos, tecnologías "duales". El mismo producto usado para eliminar las hiervas de los cultivos será utilizado como abrasivo en guerras de ocupación, por poner un ejemplo del que existe buena documentación. Con el uranio resulta claro su doble destino, su uso civil de una parte, militar por otra.
Los reactores de las centrales se sirven de pastillas de uranio enriquecido, para hacer estas pastillas se parte de uranio ya purificado. Del uranio se obtendrá por un lado el uranio enriquecido, que servirá de combustible para los reactores, y por otro lado uranio empobrecido. Dadas sus características físicas (es un material muy denso) el uranio empobrecido constituye un material excelente para usos militares. Constituye una auténtica ganga para la industria militar que adquiere este material al precio de 2 dolares el kilo.
El uranio empobrecido se une al titanio, y ambos constituyen una aleación eficaz para la construcción de elementos penetrantes capaces de perforar materiales blindados. En las cabezas de algunos misiles se encuentra esta aleación. En la guerra del Golfo, en Bosnia, en Yugoslavia, en Afganistán, en Irak, en Sarajevo, en Somalia y más recientemente en los ataques contra Libia de este año 2011, han sido utilizados misiles y armamento que tienen Uranio. Cuando el misil impacta, la mayor parte del uranio se pulveriza esparciendo sus partículas de polvo en todos los alrededores, partículas que son peligrosas tanto por su composición química como por su radioactividad, mantenida durante al menos 70 años. Mientras en Japón sacrifican vidas para taponar los escapes de Fukusima, en Libia repartían democracia a golpe de misil radioactivo.
Si toda la infraestructura necesaria para obtener las pastillas de uranio enriquecido no existiesen, la industria militar tendría que crear instalaciones parecidas, tendría que encargarse de explotar las minas, pagar a los mineros, purificar el mineral y finalmente tratarlo para adecuarlo a sus misiles y demás artefactos. Les supondría mucho gasto y tendríamos una gran cantidad de infraestructuras ya puramente militares, lo que no casa bien con un sistema que pretende invisibilizar puertas adentro a su poder militar.
Por las características de la energía nuclear, no existe manera de gestionar los reactores y todas las infraestructuras alrededor suyo, que no implique nuestra renuncia a tomar decisiones que afectan a nuestro entorno, nuestra salud o nuestra manera de querer vivir: "Si el dominio de la bomba atómica lanza la estrategia de la disuasión hacia el exterior (...) la energía nuclear de uso civil impone una disuasión férrea en el interior, advirtiendo a la población de que las necesidades técnicas de energía, que garantizan su modo de vida, implican la alianza con un poder intensamente destructivo" (nota -7-), de forma consciente o no, la energía nuclear nos hace mantener la lealtad hacia las instituciones y los poderes que nos gobiernan.
Paralelamente se ha ido gestando todo un cuerpo de científicos y expertos en física nuclear que son las personas sobre las que nos vemos forzados a delegar. El funcionamiento de los reactores, la gestión de los residuos, la elaboración de protocolos de seguridad y otras tantas cuestiones nacen de unos grupos de poder, esta vez formados también por hombres de ciencia. Como individuos no tenemos nada que aportar a estas decisiones.
Científicos, militares y altos funcionarios del Estado, obtienen todos ellos sus particulares y a veces comunes intereses de la mano de la energía nuclear. La gestión de lo nuclear se hace bajo la dualidad de sus fines (civil-militar), bajo el oscurantismo de la información de que se dispone, bajo una jerarquización absoluta en la gestión, con una especialización laboral extrema, bajo una falta de perspectiva hacia el futuro y hacia las posibilidades físicas del planeta. Sólo mediante este sistema, u otro que reproduzca sus ansias de dominación, es posible seguir manteniendo el entramado nuclear.
Ni energía ni nuclear.
Además de la posible construcción de nuevos reactores, existe una tendencia a aumentar la vida útil de los reactores que ya funcionan, esta es la realidad que estamos viviendo en muchos países, entre ellos españa. Cuando unas instalaciones están ya plenamente rentabilizadas, alargar su vida es una operación que genera ganancia sin apenas gasto, y sin el riesgo que supone invertir en la construcción de nuevas centrales. En españa tenemos el ejemplo de la Central de Garoña. Cumplió 40 años de funcionamiento en el 2009, y supuestamente son 40 los años que se les pone como límite al funcionamiento de las centrales nucleares del Estado. El Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) tenía que decir si la Central estaba en condiciones de seguir funcionando, su veredicto fue que podía alargarse su "vida" hasta el 2019, diez años más. El Gobierno ha prorrogado de momento hasta el 2013. En EE.UU. la mitad de los reactores ya han obtenido permiso para funcionar hasta los 60 años, y es la referencia que han recogido los pronucleares de toda europa.
No por lejanos vamos a renunciar a nuestros deseos de conseguir que todas las Centrales cierren de una vez para siempre. No queremos ni minas, ni centrales, ni residuos, y si no queremos que el final de la energía nuclear lo marquen las reservas de uranio o los movimientos de la economía, nos queda mucho por trabajar, mucho que responder y mucho que entender.
La energía nuclear ha sido un experimento más, a medida que se ha ido utilizando se han ido palpando sus consecuencias. Los trabajadores, las zonas afectadas por accidentes o los pueblos cercanos a las Centrales, son convenientemente estudiados, Chernobil es un laboratorio a cielo abierto y pronto Japón lo será también. A las alturas a las que hemos llegado nos parece improbable que el discurso más oficial sobre la energía nuclear pueda seguir hablando de una fuente energética completamente "segura". La evidencia marca nuestra mirada. En un mundo donde estamos expuestos a un sinfín de elementos o de actividades perjudiciales, pueden hacernos ver que el riesgo merece la pena, que hay un grado de peligrosidad que tenemos que minimizar y también que aceptar (nota -8-).
Un argumento que siempre se ha utilizado para defender la energía nuclear es el negar sus alternativas, hablar de la imposibilidad de sustitución de esta fuente de energía por otras de menos riesgo. Es precisamente la búsqueda de estas alternativas lo que se ha convertido en la trampa que nos aleja de las son para algunos las cuestiones más importantes. Dedicar esfuerzos a poder ofrecer energías alternativas que puedan sustituir la producción de las nucleares muestra la nula capacidad que estamos teniendo de pensar y pretender un modo de vivir y de estar que no sea a través de la producción actual de energía. Proponer alternativas a fuentes peligrosas de energía es decir que queremos que se utilicen los kilovatios que hoy se producen, que queremos seguir alimentando la sociedad de las mercancías, de la movilidad continuada, el modo de vida del confort delirante, la climatización de cada espacio, la hiperespecialización laboral... Un sistema basado en un consumo energético como el actual, nos ha traído la contaminación plena de los territorios, y nos ha creado unas dependencias hacia productos e instituciones difíciles de eliminar a corto plazo.
El uso y destino de la energía es una de las claves para entender la pérdida de la capacidad para llevar nuestras vidas con cierta autonomía, entre iguales y con un planteamiento serio sobre las posibilidades físicas y ecológicas de nuestro entorno. Se hace necesario y urgente un profundo cuestionamiento de aquellos factores que devoran la energía producida, empezando quizá por los más evidentes (un modelo de agricultura intensiva y basado en la química, la movilidad y sus infraestructuras o el consumo de mercancías como acto cotidiano).
No queremos ni minas de uranio ni energía nuclear, pero no vamos a echar tierra sobre nuestras cabezas, no vamos a plantear ninguna opción que sirva para sustituir las centrales nucleares. Preferimos sin duda alguna el hueco que dejen las Centrales, no rellenarlo con más producción de energía, en ese cachito vacío nos desenvolveremos un tanto mejor.
-1-. En el año 2003 se declaró su cese definitivo, hoy día se dedica al tratamiento de efluentes líquidos para su "acondicionamiento". Esta planta de tratamiento se conserva bajo vigilancia permanente, imaginamos que no tanto por su actividad actual sino por las posibilidades que alberga en un futuro.
-2-. Hoy día este centro de procesamiento sigue en pleno funcionamiento, aunque no se extrae uranio de españa, se importa de otras países. Tiene capacidad para producir 500 toneladas de combustible nuclear al año. En el año 2000 se organiza una marcha a Juzbado en protesta por la existencia de este centro. Desde entonces anualmente se realiza una marcha hacia las instalaciones.
-3-. Resumiendo, el ciclo de uranio tiene tres etapas antes de llegar a las Centrales Nucleares. Primero se obtiene la roca en bruto, se muele, se limpia con la lixiviación, y se obtiene el uranio casi puro. En segundo lugar se procede a su enriquecimiento, que quiere decir que se aumenta la concentración de "uranio fisionable", paso necesario para el funcionamiento de los reactores. Y en tercer lugar se procede a fabricar el combustible nuclear, convirtiendo el material en forma de pastillas cerámicas que se apilan en tubos metálicos.
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