Félix Barroso Gutiérrez
Hoy, domingo, día 21 de marzo, entra popularmente la primavera. ¡Pues maldita jornada! Sopla un aire del demonio, como ha venido huracaneando en casi toda la semana, resecando la humedad del terreno y afeitando en seco a charcas, regatos, arroyos y lagunejos de estas comarcas del norte cacereño. Mucha agua cayó en la yema del invierno, pero se la está tragando a marchas forzadas el cierzo fanfarrón que nos azota. Bien lo dice el refrán antiguo de por estos territorios: “Si en la primavera rejundi el cierzu, s,enseca el charcu y se marea el paniegu”. O aquel otro: “Si no eh tiempu de limpial la parva, el cierzu no deja ganancia”. Y uno más: “Si s,emperra el cierzu, no habrá ni yerba pa loh conéjuh”. Queda muy bonito ese conocido dicho de “marzo airoso y abril lluvioso, sacan a mayor florido y hermoso”.
Pero todo depende el tipo de aire que sople en el mes el que nos encontramos. Si flagela y silba el cierzo y, encima el mercurio cae en picado en cuanto comienza a esconderse el sol entre sus sábanas de un rojo subido, pues… ¡apaga y vámonos!
Ráfagas de viento avivan mi memoria y me traen recuerdos de otros marzos tan airosos o más que el que atravesamos, cuando, camino de las escuelas, soplaba con tanta fuerza el ventarrón que casi no nos dejaba avanzar. Entonces, nos desabrochábamos parte de la botonadura de los babis escolares y, cogiéndolos por sus puntas y elevándolos por cima de nuestras cabezas, echábamos a correr. Los babis se hinchaban, al modo de paracaídas, y había momentos que sentíamos elevarnos levemente sobre el suelo. Pero el cierzo de marzo era mucho cierzo y veces hubo que se volvió rabioso, arrancó árboles y causó algunas calamidades. Como cosa legendaria y anecdótica se cuenta que, en cierta ocasión, una racha huracanada atrapó de lleno a un labrantín que portaba un haz de ramos y yerbas a las costillas y lo llevó en volandas varios metros, hasta que cayó sobre un “forrajal” de verde cebada, que actuó de amortiguador, quedando sano y salvo. Curiosamente, el escritor latino Catón “El Censor” (siglo II a. C.), en sus crónicas sobre la antigua Hispania, habla de que el “circius” (cierzo) era muy capaz de derribar a un hombre armado o a una carreta cargada.
En marzo, el cierzo barrías las calles (ahora, en nuestros días, tira los contenedores de la basura) y formaba enormes remolinos. Los comarcanos siempre distinguieron entre dos tipos de remolinos: el “trebullinu” y la “trebullina”. El primero se elevaba como alta espiral y comentaban que, en ella, viajaban los invitados a las bodas de las brujas, que siempre se casaban en días tempestuosos. El segundo eran turbulencias airosas a ras del suelo, que impedían hacer la correspondiente fogata a las mujeres que, por las tardes, acudían en cuadrillas a sus resolanas, donde cosían y hacían otras labores. Al ir decayendo el sol, hacían una lumbre, para recibir la “calentanza” (calor) y aguantar más rato comadreando. Pero el cierzo se colaba por todas partes, revolviendo el humo y obligando a las comadres a coger el tajo o la silla y buscar el camino de casa.
Marzo, según míticos relatos que corrieron por estos pueblos y que ya fueron devorados por la falsa modernidad y la negacionista y perturbadora globalización, fue una especie de deidad en los tiempos nebulosos. Hay una sugestiva leyenda que nos narra los tratos que hizo Marzo con un pastor. Pero ello sería muy largo de contar y ya habrá alguna ocasión para hacerlo.
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Ahora, rendiremos cuenta del estado pandémico en Extremadura, a tenor de los datos del día de ayer, sábado, 20 de marzo. Se constata una bajada apreciable del número de casos de contagiados. Solo se han contabilizado 51 casos: 37 en la provincia de Badajoz y 14 en la de Cáceres. No se registra fallecido alguno por la Covid-19. Pero la incidencia acumulada continúa subiendo: 79,61 casos por cada 100.000 habitantes a 14 días. La capital cacereña ha sumado 10 positivos y su alcalde, Luis Salaya Julián, ha echado una buena reprimenda a los que pisotean las normas establecidas: “A ver si hay suerte y no le jodéis la vida a mucha gente”.
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Abordamos la tercera parte de la crónica, la que va de la mano de la sociopolítica y que nos muestra que el patio, para no perder la costumbre, sigue alborotado. Las elecciones del próximo 4 de mayo en la Comunidad de Madrid están derrochando ríos de tinta. Las derechas afilan sus gumías. Es increíble la colección de chaquetas que tienen algunos en los armarios. No hace muchas lunas, el PP se colocaba la chaqueta con olor a naftalina centrista (el centro político es tan aséptico y tan blanco como algunos poemas de amor de Pedro Salinas) y le metía el dedo en el ojo a VOX cuando aquello de la moción de censura contra el Gobierno de la nación. Pero, ahora, ha vuelto a sacar la chaqueta ultramontana y, saltándose a la torera (ellos, tan amigos de la nunca culta y artística tortura a los toros) todo lo escrito, pactado y acordado sobre transfuguismo, se abrazan con VOX y ya se ven gobernando, casposa y reaccionariamente, la comunidad madrileña.
La de Murcia ya cayó en el saco y seguirá, como si nada hubiese pasado, lamiéndose sus malatías y corruptelas, mientras los murcianos seguirán bailando la parranda y tocando la bandurria (la música amansa a las fieras). Miles de murcianos, como miles o millones de españoles de las más diversas regiones, parecen no ser conscientes de la España que se nos echaría encima de estar regido este país por una coalición PP-VOX. La vuelta a las cavernas. Increíble que un pueblo que pasó una terrible guerra de sedición (no civil como la llaman algunos, porque fue un hatajo de sediciosos el que se rebeló contra la legitimidad constitucional de la II República) y una sanguinaria dictadura carezca de memoria. Pero, en fin, sarna con gusto no pica. Se cambian de chaqueta y afilan las gumías, que es un tradicional cuchillo moro, aunque ellos a los moros nos los traguen ni en fotografía, pese a que su “Caudillo por la gracia de Dios y por España” siempre estuvo escoltado por su “Guardia Mora”, cuyas atrocidades son incontables y jamás pagaron por ello.
Pretenden rebanar, eufemísticamente hablando, de manera telemática o en sentido figurado, las gargantas de la izquierda, para enmudecerlas y no puedan gritar aquel emblemático “¡No Pasarán! Las chaquetas del PP y VOX ya se convirtieron en una sola, de colores rojigualdas, rabiosamente monárquicos, los mismos de la bandera que presidió todas las instituciones durante la tiranía franquista y que flamearon muchas manos, incluso cuando tenía el aguilucho bordado, del “Régimen del 78”. Hoy, también la ondean los conversos del PSOE, aunque las bases de este partido, en su mayoría, se cisquen y echen pestes de ella. Y, de modo especial, esas derechas echadas al monte sienten especial atracción por la yugular de Pablo Iglesias Turrión, que tantas veces las ha humillado desde la tribuna y los escaños del Congreso, al denunciar sus cinismos, sus mentiras, sus políticas de confrontación y polarización y de sálvese el que pueda.
De un Pablo Iglesias, al que un servidor también le buscó las cosquillas en alguna que otra crónica, pero que no dejo de reconocer su valentía y audacia al dar el paso que ha dado, demostrando que no tiene apego alguno al sillón y que su afán solo consiste en levantar bien alto la pancarta del “¡No Pasarán!” y parar los pies al fascismo en la Comunidad de Madrid. Pablo es, seguramente, el político que más ha sido criminalizado y crucificado por parte del “establishment”, de las derechas guerracivilistas o de las variopintas oligarquías en lo que llevamos de democracia crapulosa. Pero también por parte de una izquierda rencorosa, la que siempre pone zancadillas a cualquier intento de unificar a las fuerzas progresistas y a todos los que el término “progresismo” nos suena ya a rancio y mantenemos posturas libertarias. Esa izquierda resentida, ególatra, petulante y narcisista, ni siquiera reconoce los avances sociales, pese al muro del grupo de ministros del PSOE pazguatamente reformistas y liberales (nunca socialistas), que ha conseguido sacar adelante el Gobierno de la nación en el año y pocos días que lleva al frente de este país.
Y aún quedan tres años por delante para visibilizar medidas de mayor calado social. Desde una óptica libertaria, no estamos completamente satisfechos, pero sí esperanzados. Pablo, posiblemente pueda contribuir a una mayoría de izquierdas en la Comunidad de Madrid, que sigue en manos de la derecha desde el año 2003. Esperemos que el pueblo madrileño tenga memoria y no nos retrotraiga a los tiempos de Don Pelayo, rutas imperiales, militares bajo el palio y catecismos del padre Ripalda.
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Cerramos ya nuestro artículo con los poetas y poemas de costumbre, que siempre nos abanican con sedosos aires: auténticos calmantes para la brega sociopolítica. ¡Allá vamos! Ismael Carmona y el “Poeta de la niebla” nos entregan sus pergaminos. Ismael, su composición “Las Navidais en Caçris”, de su poemario “Pan i Verea”:
—LAS NAVIDAIS EN CAÇRIS—
Allí,
ondi los peñuscus gañin estoria
más rehuerti que las palabras,
halagais al falsu profeta de narís porrichúa,
5 comu si delas viejas igresias el son corrutu las campanas herrumbrosas
colara los últimus airis de diziembri
cola concalecía realeza la oratoria.
Allí,
ondi la esperança es una uclidia espiral d’escaleras,
10 se sienti el palroteu l’incensu prendíu
de qualisquiera estalachis de praça medieval:
el perhumi la moceá inoranti.
No me cumprin las parejas agarrás dela manu
que se pierdin comu mampenas enos laberintus
15 duna passión enteosa al igual que las raízis otoñalis
bifurcás del arvu-motol dun arastinosu jeitu.
I demientra, l’única pareja que m’agarra la manu
es esta borsa librus, pluralia.
‘A, triste lucífugo, que alumbras las nochis
20 comu mosgus verdis que esperan la inverná!
Enga, Navidá, clissa-mi colas tus luzis,
los tus ídolus comercialis
i las tus brancas pomponitas!
No quedamos atrás al “Poeta de la niebra”, que nos envía un poema lleno de emotivos recuerdos, a la vez que aventa una pregunta que nunca tendrá respuesta: “Recuerdos”, de su poemario “El Mal Azul”.
RECUERDOS
¿No tienes de mí algún recuerdo bueno?
Uno solo. No pido más que uno.
Nunca me lo dirás, que un té moruno
jamás te tomarás conmigo. Trueno
rompió y asordó diálogo sereno,
cuya luz clareaba espacio bruno,
y tú no tendiste puente alguno.
No guardo de tu escorpión veneno,
porque tósigos me eran agradables,
aunque procesión por dentro fuera.
Evoco tus sonrisas tan afables,
cierto rugir de empática fiera
y el saleroso duende y ardor de cables
que chispeaban en tu pie y en tu cadera.