Félix Barroso Gutiérrez
1.- Pastores. 2.- Estado pandémico regional. 3.- Actualidad sociopolítica. 4.- Poética.Por estos terrenos, oímos más de dos veces aquello de “en mayu, tira el pahtol el sayu, peru no mu léjuh pol si arruga el entreceju”. Pero, en estos días de la penúltima semana del mentado mes, se ha confirmado más que nunca, al decir de viejos pastores aquel otro refrán de: “por san Timoteu, ni zamarra ni faja en el rabilleru”. San Timoteo se celebra el 21 de mayo. Aprietan los calores y ya sobran la zamarra y la faja que cubre los riñones. Hablamos de otros tiempos que conocimos, que ya las zamarras y las fajas pasaron a mejor vida. Hogaño, se han batido récords históricos en tales jornadas en estas latitudes del norte cacereño, donde siempre calentó menos que por las llanadas del resto de Extremadura.
El viejo romancero ya nos pone en alerta acerca de la subida de los termómetros cuando mayo comienza a hincar el pico, como se desprende –valga el ejemplo- de una versión de “El Prisioneru”, que recogimos en su día al pastor Antonio Paniagua Cabezalí, más conocido por Ti Antoniu Lereli”: “Mes de mayu, mes de mayu, / cuando loh juértih calórih, / cuandu el güé se meti en cárnih, / cuandu canta el ruinseñori, /cuandu loh enamoráuh / s,encelan con loh amórih, / y yo cutiau a tóah hórah, / metíu en éhtah prisiónih, / sin sabel cuándu eh eh de día, / sin sabel cuándu eh de nochi (…)”.
Para encontrar hoy en día un pastor apacentando su ganado, hay que gastar muchas suelas. Tal oficio va a menos y nadie quiere estar todos los días del año hecho un esclavo, sin fiestas ni domingos, aguantando ventiscas y canículas. Por ello, desaparecieron ya las cabriadas o “cabriálih” del común. De ello no hace tantos años, porque con leche de cabra nos hemos criado muchas generaciones y, siendo niños, por las mañanas, camino de la escuela, llevábamos las tres o cuatro cabras al gran corralón a cielo abierto que se encontraba en el ejido comunal. Aquí se concentraba el ganado, para salir, al poco rato, encabezado por el cabrero y sus perros, hacia la dehesa boyal y comunal. El ejido ya no es ni sombra de lo que fue.
Desapareció la gran laguna, donde había tencas, ranas y “marrájuh” (gallipatos); en su lugar, se construyó la piscina municipal. Ya no se ven las parvas tendidas en el verano, ni cerdos hozando, ni gallinas picoteando. Todo aquel gran espacio se fue cubriendo por viviendas para maestros, que nunca fueron habitadas y se convirtieron en un rimero de escombros, sobre los que se levantaron nuevas escuelas y pisos de protección oficial. Un enorme parque donde, tiempos atrás, se alzaban altas hacinas. Todo cambió. El ejido, palabra que viene del término latino “exitus” (lo que está a la salida o fuera), perdió su carácter bucólico y agropecuario, y la modernidad no lo transformó en un espacio donde los muchachos ya no podíamos jugar a los mil y un juegos que, de manera vertiginosa, se perdieron para siempre. Hasta periclitó su carácter comunal y, de la noche a la mañana, ilegalmente, pasó a convertirse en propiedad municipal.
Siempre asocié el mes de mayo al mundo de los pastores. “Pahtol sea yo del ganau en mayu, y el rehtu del añu, que lo cudi el amu”, dice otro adagio de por estos pueblos. Atrapada llevo en la memoria la estampa de un viejo pastor. Vivía cerca de la casa de mis abuelos maternos, en el “Barriu la Encina”. Se llamaba Conrado Montero Hernández y era tuerto: secuelas de la guerra canalla alzada por los reaccionarios, carcas, espadones totalitarios y monárquicos, ricachones y meapilas ensotanados. Conrado me contó muchas cosas del ayer que no llegaron al hoy, todo ello envuelto en realismos mágicos y en una sabiduría popular que para sí la quisieran gente que se tira el pisto de ilustrados. Cierto día me refirió en el estrecho callejón que conducía a su corral que él no se llamaba Conrado, sino Julián, que fue el nombre que eligieron sus padrinos; pero el párroco, al haber nacido un 19 de febrero, festividad de tal santo, le inscribió, por sus “santos güevos”, como Conrado y advirtió a los familiares que así habrían de llamarlo en adelante. Vino a por él “La Flaca enlutada” un 20 de mayo. Le falló el corazón. Llovía a ratos y, a ratos, salía el sol. Se encendió una chispa en mi cabeza y me trajo aquel refrán que me repitió tantas veces: “Mayu mayeru, cuandu lluevi y jadi sol, baila el perru y el pahtol; el pahtol con la zamarra, y el perru con el zurrón”.
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Ascendemos un peldaño y, a matacaballo, repasamos el estado pandémico de la región extremeña. Nos levantamos este penúltimo domingo de mayo con la noticia de que somos la comunidad autónoma con mayor número de contagios de toda España. La incidencia en mayores de 60 años se encuentra en 1.430 casos por cada 100.000 habitantes a los 14 días. Se contabilizan 130 ciudadanos hospitalizados, de los cuales uno está ingresado en UCI. Llegan noticias de que en el vecino y fronterizo país portugués ha surgido una nueva subvariante (BA.5), que sobresale por su gran poder infectivo. Seguimos, pues, hablando de la pandemia, de esa nueva anormalidad que da título a nuestra crónica y que no sabemos cuándo, por fin, habremos de tachar tan inquietante epígrafe.
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Tercer peldaño y nos metemos superficialmente (si nos metiéramos a fondo, saldríamos abrasados) en la más que tibia actualidad sociopolítica. Ya tenemos, entre nosotros, aunque somos muchos los que le quisiéramos ver bien lejos, al que, por lo que leemos, le han cambiado lo del “rey emérito” por “rey decrépito”. Se presentó en el Real Club Náutico de Sanxenso (Pontevedra), tocado con una visera roja de dicho club, después de haber alzado el índice y el corazón de su mano derecha, haciendo el símbolo de la victoria. ¿A qué tipo de victoria se refería? ¿Al encuentro con el alcalde de tal pueblo pontevedrés e íntimo amigo suyo, Telmo Martín González, del PP, y que, como otros tantos de su partido, se ha visto implicado en sucios negocios mercantiles?
También esa V puede venir de vientos emotivos que le llegaron cuando gente de su misma onda le vitoreó y ondeó banderas con los colores borbónicos. ¿O acaso esa V era una arrogante muestra de que él, en el fondo, seguía siendo el rey y podía campar a sus anchas y que les dieran bien dado a los españoles que le están pidiendo a voces explicaciones de los delitos cometidos? Debería saber este sujeto, catalogado abiertamente por muchos medios como ladrón, que el 67% de los españoles se oponen rotundamente al carpetazo judicial que se ha dado a sus delitos fiscales, lo que pone claramente de manifiesto que la Justicia no es igual para todos, arrojando nuestra democracia a los pies de los caballos y convirtiéndola en un régimen bananero.
Pero a los partidos monárquicos (PP, Ciudadanos y un gran sector del PSOE) les importan un pimiento esas “nimiedades”. El PP, que lleva enfangado en la corrupción casi desde que siete exministros del dictador Francisco Franco pusieran los cimientos de tal partido, al igual que el “rey decrépito”, ya ha criado más cara que espalda y son inmunes a la mierda que les resbala por el espinazo. Mientras tengan detrás a gente que les lanzan besos y se parten las manos aplaudiéndoles, sin oler siquiera la pestilencia que arrastran, pues… ¡ancha es Castilla! El PSOE también tiene lo suyo. En cuanto a Vox, al que seguirán votándole (contradicciones propias de un país sin memoria y lastrado por un rampante semianalfabetismo) los más ricos de este país y, a su vez, los más desarrapados y desclasados de los estratos bajos, con un alto nivel de desinformación, también se abrazará al exrey fugado a los Emiratos Árabes: territorio medieval donde la democracia brilla por su ausencia. Vox es monárquico, aunque muchos de sus militantes se consideren o simpaticen con la Falange, pero es con la Falange franquista (franco-fascismo) con la que se identifican.
La Falange Auténtica, la que sigue fiel al espíritu revolucionario de José Antonio, formada por un puñado de españoles utópicos, aspira a una República Sindical y es radicalmente anticapitalista. El propio José Antonio ya dio por finiquitada a la monarquía el 14 de abril de 1931, refiriéndose a ella como “cáscara muerta y sin sustancia”. Vox seguirá siendo un partido ultraderechista, un cajón de sastre, cuya letra pequeña de sus programas solo la conocen cuatro dirigentes (el resto, se aburre leyendo). Pero seguirá creciendo con oleadas de españoles que votaron a una izquierda que no supo hacer sus deberes y devino en una mera formación reformista o posibilista; parte de la cual también es monárquica, atlantista y servil a los intereses de la hidra imperialista de las barras y las estrellas.
Después de 654 días en Abu Dabi, Juan Carlos de Borbón ha regresado, tan chulo y engreído como de costumbre. Es consciente de que delinquir no va con los que tienen colgado un cartel de su cintura, sobre sus posaderas, donde pone con letras de molde: INVIOLABLE. ¿Acaso la inviolabilidad de los reyes es un derecho divino o una prerrogativa metida a calzo en una Constitución por gente que creyó y sigue creyendo en seres extraterrestres que habitan en lejanas estratosferas? ¿No es ley de oro para la democracia la máxima de “un hombre, un voto?” Si así fuere, ¿cómo se pueden admitir como Jefes de Estado sujetos que acceden a tal cargo por el antidemocrático mecanismo de la herencia de la sangre? Y con el cuento de la inviolabilidad, da por buena aquella letrilla que compusiera, en “El Siglo de Oro”, el poeta y dramaturgo cordobés, Luis de Góngora y Argote: “Porque en una aldea, / un pobre mancebo / hurtó un solo huevo, / al sol bambolea, / y otro se pasea / con cien mil delitos. / ‘Cuando pitos, flautas, / cuando flautas, pitos”.
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Toca la hora de ir a visitar a nuestros poetas. Seguimos las huellas de Ismael Carmona García y ya vemos que nos ha dejado en la taquilla la segunda parte de su poema “Epicedio” (poemario: “Pan i Verea”), ese llanto heroico y, a su vez, llamada a rebato con el fin de congregar a todos los extremeños para labrar un destino común. La “Lengua Estremeña” enardece el pensamiento y enfatiza el ardor de la lucha.
EPICEDIO
Acuí ingratos ereeros i himplai:
rajai el vuestru hatu arreguñandu
colas uñas que aveis de machucal
20 milenta de vezis pa sentil el duelu!
[49] Acuí ingratas ereeras i himplai,
despelujai-vus las vuestras melenas
ata abaldonal el pensaeru’l momento
en que vos vuelva a espelechal!
25 Quieru oyel entonau el borisimbori
con essas mesmas vozis rehilosas
con que recordais las palabras
delos vuestrus agüelus i delos vuestrus pairis.
Yeu! Vení i himplai aquí! A, nobre lusitano!
30 A, cácarros navegantes sin mari!
A, viejas letras d’estus sabius puebrus!
Con vosotrus espenarun ya los reañus!
Enga! Vení i himplai aquí tamién
tós quantus ahuyistis con pan i verea
35 del cielu las nuestras tierras en tiempus grisis!
Y aquellas otras huellas, casi invisibles, de “El Poeta de la Niebla” nos encaminan hacia otro mes de mayo de hace ya una gavilla de años, cuando Conrado, protagonista de la primera parte de la crónica, pastoreaba sus ovejas por hocinos y colladas, vallejuelos y parameras. Fragmento I de su poema “Pastor” (Poemario: “Acuarelas de Entretiempos”).
PASTOR
I
Veo, entre el monte, su difusa imagen.
Tan pronto se esconde como aparece.
Arreando viene mayo. El sol
ya no acaricia; ahora, araña.
Pero el pastor de hondas soledades,
como si con él no fuera el tiempo,
sigue entre sus panas color miel.
Tiene un ojo huero y añublado,
como celeste huevo de estornino.
Híspidas greñas remontan orejas
y alzan cola de pato en el cogote.
Está más rabiseco que una caña,
mientras que sus ovejas y corderos
se ven ahítos, redondos como potes.
No habla ni consigo mismo: está cuerdo.
A veces, maldice al perro y al ganado,
y a la nube, si viene con pedrisco.
Está más solo que la una. ¡Qué importa!
A la fuerza, ahorcan. Come cuando ganas
aprietan el estómago, y dormita
cuando el sueño le gatea por los ojos.
No es Adán retozando en Paraíso,
sino Conrado Montero, aromado
por vahos de rusiente primavera.
Si viniera por estos vericuetos
un Menéndez Pidal de luenga barba,
seguro que exprimiría a Conrado
como a una naranja valenciana
y le haría vomitar viejos romances.
¿Y qué decir si lo asiera don Julio,
el antropólogo…? Caro banquete.
de los caros, se daría el señor Caro,
auscultando, sin prisas y a conciencia,
las añejas vivencias de Conrado.
Mas dejemos, en estos entretiempos,
al amigo con sus cavilaciones
y quédense en sus cátedras también
colectores de coplas y antropólogos.