Félix Barroso Gutiérrez
El pasado viernes, día 28 de este julio que no se ha portado tan mal por estos pueblos que comienzan a ascender en su búsqueda de las altas montañas del territorio jurdano, celebramos, en el pueblo de Cambrón, una mesa redonda sobre ‘Mitos y Leyendas de Las Hurdes’. No fustigó con saña el astro rey y el sudor no se adueñó de las axilas. Aquello de ‘Juliu, el abrasaol, c,hasta a su madri la achicharró’ no se ha hecho verdad en esta ocasión. Ni tampoco aquello de ‘El calol de juliu escurrumpi las juentis y aluegu vieni la cagueta verdi’. Ciertamente, se andaba con mucho tiento, en pasadas épocas, cuando el campo estaba antropizado, de beber, en ‘la yema de juliu’, en manantiales que ‘no estaban siguíus’. Se creía que las fuertes canículas ‘emputecían’ las aguas si estaban estancadas; pero, si la fuente trasvertía, no había problema.
Se temía con razones a la que llamaban ‘cagueta verdi’, que viene a ser la ‘giardiasis’, infección intestinal producida por el protozoo ‘giardia lamblia’ y que, a veces, reviste extrema gravedad, más antes, cuando no se conocían los antibióticos, que ahora. Antiguas culturas consideraban que las aguas crudas de los manantiales estaban protegidas por los dioses, como símbolo de la pureza y la salud. Nuestros abuelos creían que la eriza hembra tenía la regla, como las mujeres. Si una eriza –comentaban- estaba menstruando y meaba sobre una fontana, entonces el agua se volvía de un verde casi imperceptible. Beber de esta agua acarreaba una gravísima infección. La disentería amébica, con su cagalera verdosa, se cobraba en carne, estando julio en su apogeo, más de dos piezas. Las viejas partidas de defunción bien lo cantan en sus gorigoris.
La mesa redonda se incardinaba dentro de la ‘VI Edición de Regilandu de Mieu’, que abarcó todo el último fin de semana de julio. Una mesa, fuese redonda, cuadrada o romboide, que necesitaría toda una jornada para poner algo en claro y sacar hipotéticas conclusiones para despejar camino a los que vengan detrás. Muchos de los que iban delante de nosotros, por haber visto las estrellas antes que los que estamos de pie, pastores o carboneros, labriegos o colmeneros, arrieros o lagareros…, elocuentes narradores de su nebulosa intrahistoria, ya nos abandonaron y nunca volverán. Un montón de ellos se fueron al boche y se llevaron consigo todo un baúl de saberes. No dio tiempo a ponerles la grabadora junto a sus labios. Para todos ellos, ¡loor y gloria! Fraternal jornada de reencuentro con otros que van en el mismo barco y que pusieron muchos ratos de su tiempo libre para emprender, sin pedir nada a cambio, trabajos de campo en aras de atesorar valiosas alhajas de la Cultura Tradicional de la comarca jurdana. Habían pasado muchas lunas sin abrazar a José Luis Puerto Hernández o Antonio Lorenzo Vélez, de abultado currículum en tales lides. Hablamos y no callamos, contando también con la presencia de otros remeros de la misma nao, tal que Israel J. Espino o David Silva Grajera. El tiempo se nos fue de las manos y no nos percatamos de ello.
¿Qué son mitos y qué son leyendas? Hay tantas respuestas contrapuestas como escuelas o individuos que se adentraron en tales campos. La batalla no la ha ganado nadie y sigue la polémica. Trepando por las serranías de Las Hurdes fuimos, y seguimos (ahora menos, porque ya apenas hay de dónde sacar), atrapando cientos de relatos, en los que creemos que se entrecruzan el mito y el cuento, la leyenda y hasta la fábula. Largo, larguísimo…, sería hablar de cosmogonías, antropogonías o de orígenes telarañosos, de tiempos del caos, que los jurdanos significan como ‘el atrasoti qu,estaba to en un andal’ (cuando nada estaba en su lugar). Se hizo de noche, levantamos el culo de los asientos y fuimos a meternos entre pecho y espaldas unos buenos lingotazos del excelente vino y sustanciosos bocados que nos ofrecían nuestros queridos amigos Jorge Aceituna, legítimo jurdano, y su compañero, oriundo de Transilvania, Alexandru Marcu, del restaurante ‘La Meancera’, ubicado en la emblemática alquería de El Gasco.
Lo que vino después nos desconcertó. Volvimos a la carpa. Comenzaba el circo. Daba inicio la actividad ‘Mentalismo. ¿Te atreves a conectar los mitos y leyendas de Las Hurdes con tu mente?’ Toda una tomadura de pelo, donde unos señores que habían oído campanas, pero no sabían dónde, pretendieron interaccionar ciertos personajes mitológicos de Las Hurdes con sus trucos y sus magias. Hablaban de los ‘Zajurilis Jurdanus’ y los confundían con los zahoríes. Hablaban de las brujas jurdanas y soltaban tales majaderías como que eran capaces de mover objetos con los ojos. ¿Para qué seguir? ¿Cómo se puede permitir que se deslegitime la aureola mágica, misteriosa, mítica o leyendaria de Las Hurdes con tales montajes? Sé de sobra que mis entrañables camaradas de Las Hurdes, puestos al frente de ‘Regilandu de Mieu’, no tienen culpa de ello. A todos nos han dado alguna vez gato por liebre. Andaros con ojo, compañeros ¡Cuidado con los que hablan de la mar y nunca la vieron! O lo que es peor, ¡cuidado con los que nos comen el pan y, luego, nos cagan en el morral! Con ello no quiero señalar a nadie. Para otra vez, procurad no bailar sobre la cuerda floja de la carpa, ya que no sois titiriteros.
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RADIOGRAFÍA DE LA ACTUALIDAD SOCIOPOLÍTICA
Mientras la derecha de este país, cortejada por la cuenta que le tiene por los hijos que amamantó con su leche del mismo color que la gaviota que lleva como mascarón de proa, anda haciendo cábalas y tirándose de los pelos para salir airosa del combate electoral, resulta que se nos ha colado por la puerta de atrás ‘El Rey Fugado’. Se ha oído decir que Alberto Núñez Feijoo, en un arranque de monárquica sinceridad, comentó en la pasada campaña que, si era investido presidente, lo primero que haría sería gestionar la vuelta a casa del ‘Rey Emérito’, que otros, viendo que son más los deméritos que los méritos, llaman ‘Rey Decrépito’. Buenas fechas las próximas Navidades, fiestas tan entrañablemente familiares, para ese regreso. Perdonadme un inciso, pero reviento si no plasmo, a cuento del apellido ‘Feijoo’, aquí y ahora, una carta que envié a ciertos medios escasos días antes de las elecciones generales y nadie se atrevió a publicarla. ¿Por qué? Algunos huyen de la sana ironía como alma que acosa el diablo. O lo que es peor: utilizan la libertad de opinión y de expresión para fabricar rocambolescas papiroflexias:
¿DE QUÉ TILDE HABLAMOS?
No del sincopado nombre de una mujer que se llame Matilde. Tampoco de algo mínimo, insignificante. Ni de una tacha que implica cierta imperfección. Nos referimos concretamente al signo ortográfico auxiliar que también se conoce como ‘acento prosódico’. Y acotando más espacio, al apellido Feijoo. Puestos a personalizar, hablamos del segundo apellido, que no es otro que Feijoo y que, en el caso del presidente del Partido Popular (Alberto Núñez Feijoo), aparece en todas partes, ya sean analógicas o digitales, escrito con una tilde en la penúltima ‘o’. Hasta en la Wikipedia se encuentra formulado de tal guisa. Que sepamos, dos vocales abiertas y seguidas forman un hiato, por lo que pertenecen a distintas sílabas. Al ser Feijoo una palabra llana, no lleva tilde alguna, según las nuevas normas de la Real Academia Española (RAE). Esta institución deja muy clarito que los antropónimos, sean nombres de pila o apellido, siguen las mismas reglas de acentuación que el resto de las palabras.
¿A qué viene, pues, esta anacrónica moda? Ni que el ‘Feijoo’ del dirigente del PP fuese algo especial y debería destacar por algo. Algo así como los que siguen colocando una ‘y’ entre sus dos apellidos, para darse mayor ostentación y vanagloria. ¡Menudo confusionismo para nuestros alumnos! ¡Vaya un ejemplo! Porque, en realidad, es falso que el antropónimo Feijoo se acentúe. Tan falso como las mentiras que soltó el político que porta tal apellido el pasado 10 de julio, festividad de San Cristóbal, patrón de los conductores, en el cara a cara televisado con Pedro Sánchez Pérez-Castejón. En esa jornada, conduciendo por la derecha, se metió en un callejón, pese a que tenía un cartel de prohibido el paso delante de sus narices. Sin ningún rubor falsificó datos y le vendió a los españoles gato por liebre. Los desmentidos llenaron luego todos los medios. ¡Ojo, que las mentiras tienen las patas muy cortas! A otro presidente del PP, José María Aznar López, el del ‘Trío de las Azores’, le salió el tiro por la culata en las elecciones generales del 14 de mayo de 2004. Había mentido descaradamente al pueblo español al achacar los horrorosos atentados del 11-M, en Madrid, a la banda terrorista ETA. Fines electoralistas andaban por medio. No fue ETA, y eso se supo de inmediato, sino la Yihad islámica la responsable de los asesinatos. En torno a dos millones de votos se le fueron a la derecha de las manos, cuando todas las encuestas señalaban al PP como caballo ganador. Se coge más pronto al mentiroso que al cojo. El célebre psiquiatra austríaco, Alfred Adler, lo razonaba con rotunda contundencia: ‘Una mentira no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa’.
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Leída la ‘Carta al Director’, decíamos más arriba que Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón, rey de España por el gracioso capricho del dictador Francisco Paulino Hermenegildo Teódulo Franco Bahamonde (¿acaso se creían esos espadones y aristócratas que estaban por encima del resto de los mortales al ostentar tal retahíla de nombres…?), ha aparecido, de pronto y de nuevo, por tierras gallegas. Los españolitos de a pie y que no gastamos larga hilera de antropónimos no lo esperábamos. Va y viene como Pedro por su casa. Y es que, para él, España sigue siendo su cortijo. En la calle y en los corrillos, la gente se pregunta una y otra vez ‘quién paga la fiesta’. La respuesta, según la inmensa totalidad de los analistas políticos, que no son monárquicos; o sea, que no simpatizan con el PP, ni con Vox ni con el sector converso del PSOE (aburguesado, episcopal, atlantista y borbónico), es la fiesta la pagamos los de siempre: los currantes, el pueblo, los españolitos de a pie.
Viaja en un avión privado, con matrícula en un paraíso fiscal. El alquiler de un jet privado con reactor ‘Gulfstream G-450, con motor ‘Rolls-Royce’, de catorce plazas, en el que se puede cocinar y dormir, cuesta unos 100.000 euros por trayecto desde Abu-Dabi, sin contar tasas e impuestos. Añádase a ello escoltas, buzos, policías… Se sabe que, en los Emiratos, cuenta con tres ayudantes de cámara, a cargo del Gobierno de España; o sea, dinero público. Nadie rinde cuentas de todo este derroche al pueblo español. No lo ha hecho el PSOE, ni tampoco el PP; partidos que han gobernado en este país desde que se nos impuso una monarquía sin legitimidad de origen (la herencia de una dictadura invalida cualquier forma de Gobierno si no ha sido sometida un referéndum). ¿Tantas graves y sonoras cosas sabe ‘El Borbón Fugado’ sobre la nebulosa, que no clarividente, Transición y que pueden resquebrajar los cimientos del PSOE y del PP, como partidos que pilotaron esos años de los que aún no se han levantado los papeles? Que sepa la izquierda, la que se tiene por tal, que muchos miles de honestos ciudadanos progresistas se quedan en sus casas y no acuden a las urnas. Y cada vez son más los jóvenes, sobre todos los más cultos e informados, que hacen ascos de las urnas y están hasta el occipucio de toda esa España oscura, cómplice y cateta que arropa a los partidos que juegan con naipes marcados y que no levantan los ‘secretos del sumario’.
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Damos el cerrojazo a la carpeta y, puesto que sobre mitos y leyendas del territorio jurdano hablamos en la primera parte de esta crónica, nos parece muy oportuno poner el broche final con un poema en recuerdo de un íntegro, honesto y gran amigo, Mauricio Catani, un antropólogo que de verdad quiso a los jurdanos y puso en su sitio a muchos mequetrefes, zascandiles y buscapleitos. Del poemario ‘La Viga Madre’.
LOS MUERTOS
Era alto,
cual cucaña de las fiestas.
Calva que casi llegaba a ser perfecta
y que añoraba su blonda y antigua cabellera.
Estómago, media cuarta adelantado,
propio de todo sesudo sibarita.
Orejas agrandadas virtualmente,
talladas de tal forma
que recogían susurros mínimos
mejor que moderna grabadora.
Gafas que ayudaban a sus índigos ojos,
ya de por sí escrutadores,
a captar nítidamente
movimiento fugaz del medio ambiente.
Cientos de centímetros de lechosa piel
y la eterna cachimba colgada de la boca.
Se mezclaban, en su sangre,
genéticas italianas y francesas.
Estudioso de culturas marginales,
orlas y diplomas se le salían por la cartera.
Mucho distaba de aquel otro francés
que arribara a la comarca
en años en que la CNT echó a rodar
y rodaba, igualmente, revolución corrida y mexicana.
Él, con Maurice Legendre, su tocayo,
tenía puntos muy escasos en común:
no interpretaba con base teológica la historia,
ni era autoritario ni dogmático.
Tampoco tenía a gala
practicar catolicismo intransigente,
presumir de pose aristocrática,
ser martillo pilón de los herejes
y otear a hombres y mujeres de mi tierra
como milano a las gallinas,
desde alta atalaya de La Alberca.
El perfil de Maurizio Catani
era muy otro.
Se dejó caer por estos pagos
al tiempo que, en la India,
ganaba Indira Gandhi en recuento de las urnas
y cuando Anastasio Somoza, sanguinario dictador,
era barrido de la faz arrugada de la tierra.
A aquella despejada frente,
que tanto le gustaba
el orujo que manos labriegas destilaban,
le escuché decir
que mis gentes a sus muertos tienen miedo
y que los sueñan
y con ellos conviven en simbiosis temerosa.
Oírle reflexionar de tal manera
lo tuve como tiro certero en mitad del mismo blanco.
Atinó a desvelar lo que otros no supieron
y, entonces, yo misma
me expliqué el porqué de arrojar castañas a lo alto
y gritar, a su vez, ‘¡Vivan las Ánimas!’
en rituales de ‘La Carvochá’ y ‘La Chicharrona’,
y de dejar la noche de Los Santos,
en rescoldo de la lumbre,
plato con comida,
por si antiguos y finados moradores
visitaban en horas tan menguadas la vivienda.
Madre, si migas quedaban sobre trapo de la mesa,
exclamaba siempre así:
- ¡Miguitas, miguitas, pa las Ánimas Benditas!
Con exposición sobria y profunda de Catani,
mis ojos descubrieron mil razones
para explicar tanta aparición de muertos a deshora,
que se despedían escabulléndose,
cual ‘Aladinos’ de sus lámparas,
por agujero de la llave,
chimenea arriba
o por rendijas de la puerta.
Luego, como una canal de res iluminada,
invadían los espacios siderales
y se perdían en la lobreguez del infinito.
Manuel Guillermo Velaz,
de la aldea a cuyos vecinos motejan ‘Jabalinis’
y al que siempre le decían Manuel ‘El Cano’,
me echaba mano de molusco y coleóptero,
a fin de que su discurso rústico
quedara rotundamente claro:
- ‘Nuestrus antepasaus
son la concha que está apegá a la babosa.
Nusotrus semos la parti viva del pie que anda;
si no sabemus llevá la concha a cuestas,
cuarquié trompiscón mos volverá escarabajus:
la bola entri las patas
y cuesta arriba, sudientu y jacezandu’.