ácratas
Los socialistas, como resultado de unas inmundas elecciones en las que la voluntad popular ha sido secuestrada por la ilegalización de todo vestigio de partido de la izquierda abertzale (¿"Proetarras"? ¿Todos? ¿Tantos?) en el espectro electoral vasco, sólo tendrán que pactar con el PP para encumbrar a Patxi a la Lehendakaritza.
O sea que, tras haberle birlado un escaño por Álava a EA, gracias al voto emigrante, prescindirán del voto del diputado de UPD, y no habrán de pactar con la odiosa Rosa Díez. Pero esta tarea, que aparece como algo tan simple para el aparato propagandístico de los partidos y para los medios de comunicación, no va a ser fácil. Y no por ninguna clase de atadura moral por sus promesas preelectorales, como ésa del candidato Patxi, que es más falso que la guantada de un payaso, cuando descartaba alcanzar un pacto con el PP o con el PNV, y prometía arrasar en las urnas y mandar en solitario. Estamos refiriéndonos a cuatro dificultades por cuestiones bien serias.
La primera es que, para desplazar del poder a la derecha nacionalista independentista, tiene el PSE primero que pactar y recibir la bendición de la derecha nacional-católica estatalista. Y se trata de esa misma derecha, ofuscada, fascista y carca, que se agitó como espantajo ante los electores de toda España para que Zapatero llegara al poder en marzo del 2008; esa derecha que fue abucheada en el sepelio del concejal socialista Isaías Carrasco, en marzo de 2008, como si los asesinos fueran ellos, en vez de la ETA, porque habían sido los culpables del fracaso de las negociaciones del PSOE con Batasuna, para mandar a la catalana a cambio del fin de la violencia etarra. Esa derecha cuyos diez millones y medio de votantes recuerdan perfectamente -el PSE parece que ya no; ¡y el PP parece que tampoco!- a Patxi increpando a Rajoy en la capilla ardiente del mártir de Mondragón, indignado por la provocación que constituía su presencia en aquel lugar de dolor socialista, al que acudía a darle el pésame a la mala bestia de la hija del occiso. Patxi López, como no tiene vergüenza, pactaría con el mismo demonio con tal de conseguir manejar los presupuestos vascos. Porque es el mismo Patxi que, en 2005, no descartaba un pacto de gobierno con Batasuna, y tildaba de ciego a quien no viera que, en la izquierda abertzale, estaba habiendo una reflexión que la podía “llevar hacia el camino de la política y no (hacia el) de la violencia”. Pero ¿qué pensarán los españoles, en general, y sobre todo los propeperos, de eso de participar en el encumbramiento de un tiparraco que dijo ayer mismo en una entrevista en RNE, que no pactará “con quien está demostrando que lo único que pone encima de la mesa es antinacionalismo -¡atentos a este guiño nacionalista-maketo tan significativo!- y antisocialismo”; y que no sería Lehendakari en un Gobierno con Basagoiti de consejero?
La segunda es que un PSE gobernando en solitario, lo haría demostrando un día sí y otro también que, a los maketos socialistas -lo mismo que a los charnegos montilleros-, a nacionalistas no les gana nadie. Porque, considerando que ya tiene cautivos los votos de sus fieles, jugaría a robarle las peras al nacionalismo del PNV. Pero como no hace el que quiere, sino el que puede, con el PP en la oposición como único garante de la estabilidad de Patxi en su carguito de Lehendakari, les iba a ser muy difícil aprobar leyes nacionalistas, o lingüísticas protectoras del euzkera o pro federalistas, que es lo que les apetece hacer, siguiendo al pie de la letra sus propios estatutos partidarios.
La tercera es que, con Patxi como Lehendakari, el Gobierno Vasco tendría que enfrentarse a cara de perro, en el día a día, con el PNV, EA, Aralar y con todos los vascos abertzales, fueran legales, ilegalizados o los más buscados por la Benemérita. Que ya lo advirtió claro Iñaki Anasagasti: ¡ETA sigue ahí!, viniéndonos a decir que más hace el lobo callando que el perro ladrando. Porque ETA, recordémoslo una vez más, nació de una escisión del PNV en 1959, y su independentismo era -y ahora puede que lo vuelva a ser más que nunca- peneuvista, no abertzale. Lo que quiero decir es que, si Patxi osa montárselo de “candidato legitimado por la voluntad popular para ser Lehendakari” -a pesar de no haber conseguido más que un voto de cada cinco posibles en toda Vasconia- se va a armar una muy gorda, y la Consejería de Interior no va a ganar para balas de goma. Auguro y anticipo que llevar al PNV a la oposición, como resultado de estas precisas elecciones, entrañará la entrada del Ejército en Vascongadas, porque hasta los jesuitas van a volver a empuñar sus revólveres, como hicieron a primeros del siglo XX.
Y la cuarta -ésta es la peor-: si el PSE acabara gobernando con el PP, y le otorgara cinco o seis consejerías, no iba a haber tocino para todos en el puchero. Porque la esencia misma del autonomismo regionalista, se disfrace como se disfrace ante los cándidos electores, es la apropiación y el desvío de fondos públicos hacia manos privadas. Y socialistas y peperos no son de los mismos clubes, ni sirven exactamente a los mismos holdings y familias, ni se alimentan de las mismas cloacas del Estado. ¡Y habría que seguir atendiendo, además, todos los albañales vascos, que no se iban a conformar con transformar en secano sus regadíos! En fin: una verdadera ruina, una sangría de recursos hacia la corrupción tal, que no quedaría ni un euro para nada ni para nadie más, y se haría evidente que la autonomía vasca era un abuso obligadamente prescindible. Es oportuno decir aquí y ahora que la “eficacia de la gestión” del PNV en el poder -Vasconia es la única región española sin déficit- deriva precisamente de que sólo beneficia con sinecuras, prebendas, martingalas, momios y brevas al nacionalismo vasco y a sus satélites, los pro-etarras incluidos, y prescinde de los demás; y que hasta la particular violencia en Euzkadi viene también de ese racaneo hacia los demás mamantes, que no es más que un enfrentamiento entre derechonas vascas y españolistas (incluyo al GAL del PSOE, claro, junto a la ETA), y de nada más, crean lo que crean los pobres vasquitos RH negativos y los maketos ceros a la izquierda.
A la vista de todo lo anterior, vaticino -menudos riesgos asumo como pitoniso- que, tras una larga negociación, discreta y larga como el pedo de una visita, Patxi no será Lehendakari. Aunque, como compensación, a lo mejor tampoco acaba siéndolo Ibarretxe, sino otro candidato nacionalista pactado entre PNV y PSE para encabezar un gobierno de coalición; porque la única salida para salvarle la cara al socialismo maketo, ante la ignominia de una reedición del pacto PNV-PSE de 1986, será a lo mejor echar de la primera línea de la política vasca al soberanismo que ha encarnado siempre el aranista de Llodio.
MALDITO HIJO DE PERRA
