Cuando suenan tambores de elecciones, vuelven a recordarse los valores y las autocomplacencias de una palabra recurrente: «izquierda». Basta nombrarla para que se sea. Es decir, la socialdemocracia europea y sus aliados se denominan izquierda, sin más preguntas. El argumento de ser de izquierdas si se está en contra del capitalismo, ha sido combatido por el «centro-izquierda», para que no haya equívocos.
Ni sueñan ni aspiran al socialismo, ni siquiera a sus aproximaciones. Ellos nacieron para parchear y salvarlo, y para ganarse aliados que hablan de un modo pero ejecutan de otro.
La actual legislatura PSOE/Unidas Podemos con apoyo de ERC, Bildu y Más País, se vende como gobierno progresista, de centro izquierda o menos malo, según sean los intereses de quien lo mente.
Sin embargo, nadie en su sano entendimiento ideológico, podría defender que se trata de un Consejo de ministros que haya avanzado, dado un solo paso, a nacionalizaciones, expropiaciones, libertad de presos políticos, autodeterminación de los pueblos, República, eliminación de leyes represivas, ilegalización de partidos fascistas, cuestionamiento de sindicatos amarillos… .
Ellos replican una y otra vez con algunas leyes que aprobaron, y con ser cierto, no pueden negar la mayor: el capitalismo sigue igual (o más) vivo que cuando empezaron a gobernar.
No se ve en el Ibex nerviosismo, que es una manera de decir que el poder es de ellos y los gobiernos cambiantes. Llegado a este punto parece necesario cuestionarlo todo, y en primer lugar no llamar a izquierda a lo que no es.