Las elecciones en Italia confirmaron los pronósticos: la tripleta de extrema derecha (Berlusconi, Salvini, Meloni) obtiene una amplísima mayoría para gobernar el país. El hartazgo en la sociedad italiana se ha traducido en una abstención histórica, un país donde la participación rozaba no hace mucho el 90% se ha desplomado. Millones de italianos e italianas han dejado claro que no encontraban en la supuesta «izquierda» una herramienta para frenar el fascismo.
El llamado Partido Democrático (un mejunje compuesto por los sectores más anticomunistas del desaparecido PCI, junto a los restos de la Democracia Cristiana y añadidos de tecnócratas variopintos con deseos de vivir de la política a toda costa) es llamado como aglutinador del «progresismo». Un chiste malo.
Meloni será la presidenta del gobierno y termina así una degradación política que comenzara con la decisión del PCI de inmolarse y abrazar el «eurocomunismo».
Una nueva forma de llamarse los socialdemócratas que tenía un claro objetivo: eliminar el comunismo y meterse en el sistema más de lo que ya estaba.
Luego apareció Berlusconi haciendo buena la importancia de controlar los medios de comunicación de un modo obsceno. A la espera de los resultados definitivos, hemos querido recordar el día que el pueblo colgó a Mussolini y sus cuatreros en Milán. «La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa», escribió Karl.
